La isla de Rapa – Parte II

Rapa Iti – La increíble historia de Marc Liblin

Su prodigiosa existencia me cosquilleaba en las orejas después de una visita a Raivavae, una joya de isla situada a 800 kilómetros al sur de Tahití.

Genial para unos, patético para otros, Marc Liblin nació en Luxeuil en los años treinta, en Haute-Saône, de un padre maestro de forja.

A la edad de seis años, fue traumatizado por unos sueños incesantes en los cuales un viejo personaje le enseñaba física y sobre todo una lengua oscura –que él hablará corrientemente– pero de la cual absolutamente nadie conocía el origen.

Su infancia desde entonces se convierte en una pesadilla. Desde su más tierna edad, la huida, la lectura y la soledad se convirtieron en sus fieles aliadas. Durante años, errantes y repletos de expedientes tratará desesperadamente de conocer el origen de la lengua misteriosa que  habla.

A los 33 años desembarca en Bretagne. Está solo, frustrado y vive marginalmente. Allí el azar le hace encontrar dos profesores de lingüística y investigadores de la Universidad de Rennes que intentaron decodificar aquella lengua, analizar los sueños. Los ordenadores nacientes (en aquella época) sueltan chispas. Es una causa perdida.

Encontrará a un lingüista chino. Este le dirá que su lengua podría emparentarse con un idioma hablado cincuenta años atrás en las altiplanicies del Tibet.  Otros lingüistas le dirán que el sonido de esta lengua pertenece a una lengua Madre, arcaica, muerta. ¿Quizás el Arameo?

Es en un bar de Rennes donde encontrará la respuesta.  Bromeaba delante de un grupo de marinos tunecinos redondos como bolas. El barman los escuchaba atentamente.

Marc Liblin en un texto titulado “El nativo” cuenta:

“Él (el barman) fue directamente a los hechos. Yo he oído ya hablar de esta manera, era en una isla del Pacífico, en Rapa (…): Yo no hablo esta lengua, pero debería ver a Mérétuini Make, una polinesia”.

Esta mujer vive en una zona prioritaria de urbanización (viuda). Pero él no osa. No se atreve a abordarla, a hablarle. En septiembre de 1980 reencuentra a Charly, un tahitiano inadaptado, buscando ayuda. La ocasión es buena. Los polinesios ayudan a los polinesios.

“Fuimos rápidamente hasta su puerta (…). Él me hizo avanzar solo hacia la mujer que apareció, petrificada y silenciosa, esperando comprender el porqué de una visita tan extraña. Lo que sucedió en mi interior en aquel instante, lo ignoro. Pero, sin ningún preámbulo,  dirigí a la estatua que teníamos delante  el flujo de palabras de aquel otro lenguaje que en mis búsquedas pasadas, infructuosas, había contenido tanto.   La estatua respondió con la misma lengua…”.

Pasan unos años. Marc Liblin contrae matrimonio con Mérétuini. Deciden partir hacia Rapa.

Situada a 1.400 kilómetros al sur de Tahití, Rapa Iti, es una isla solitaria en los confines de las Islas Australes.  Ella es nombrada como la hermana pequeña (Iti) de la Isla de Pascua  – Rapa Nui (grande) –. El clima es fresco. En invierno la temperatura puede descender a 5ºC. Allí no hay palmeras cocoteras, ni cestas trenzadas, ni ninguna playa blanca, nada de exotismo.  Una población de  400 almas conectadas al mundo mediante un barco de avituallamiento periódico.

A pesar de su matrimonio (último y primero del año en la isla, el 31 de diciembre), Marc Liblin no ha sido realmente bien recibido, y sus preguntas sobre el origen de la lengua de Rapa irritan a la “comunidad de isleños”.

Escribió: “Mis tentativas de interpretaciones lingüísticas levantaron los rumores de un diálogo con los ancianos y sus espíritus” .

La pareja vivió en condiciones difíciles. “Durante seis meses (…), me desesperé de no poder comer más que raíces y corazones de helechos, peces aún vivos desmenuzados con los dientes, bananas verdes saladas por el agua del mar…”.

Volvió un año más tarde. Ejerce el empleo de secretario de ayuntamiento. Después fue maestro, iniciando a los jóvenes de Rapa en la física y la metafísica. Recoge informaciones y estructura teorías, algunas de las cuales son desconocidas, sobre la lejana Rapa Iti.

Incluso casado con una isleña y padre de cuatro hijos, no se integrará sino de manera lenta a la vida en Rapa. El personaje molesta. Pone nervioso. Los tentáculos de la  administración francesa interesados en afianzarse en la isla le piden que presente justificante de su diploma de bachillerato. Incapaz de demostrarlo, es reclasificado como instructor auxiliar y forzado a devolver algunas partidas de su salario. Le llega justo para cubrir sus necesidades y las de sus hijos.

Murió de cáncer en mayo de 1998.

Así termina la increíble   –pero verídica – historia de Marc Liblin. La pregunta persiste: ¿Cómo es posible que este niño de seis años de Haute-Saône haya podido hablar, sin haber aprendido nunca, una lengua únicamente hablada y comprendida por una pequeña comunidad insular aislada del Pacífico Sur?

La inmensidad del Pacífico Sur
Rapa Iti

Artículo de Damien Personnaz, publicado en Agoravox el 9 de agosto de 2010. Fuente utilizada: Jean Guillin, L’Archipel des Australes, Avignon, 2001

La isla de Rapa – Parte I

Rapa Iti – El lenguaje soñado

«En una pequeña ciudad en una ladera de los Vosgos un chico de dieciséis años es visitado en sueños de forma recurrente por alguien que le enseña un idioma completamente desconocido. Pronto el joven Marc Liblin habla esa lengua con fluidez, aunque sigue sin saber de dónde viene ese idioma o incluso si realmente existe. Es un chico solitario, hijo único, superdotado y está sediento de nuevos conocimientos. En su juventud se alimentó más de libros que de pan. Con treinta y tres años es un vagabundo que vive al margen de la sociedad de Bretaña, donde llama la atención de un grupo de investigadores de la Universidad de Rennes que desean codificar y traducir ese lenguaje soñado. Durante dos años introducen esos extraños fonemas que articula Liblin en las primeras computadoras de la Universidad, pero todo es en vano, ningún ordenador encuentra una pauta en esos sonidos inconexos. En un momento de frustración, se les ocurre una idea: deciden ir a las tabernas del puerto, para preguntar a marinos recién desembarcados si alguno de ellos ha oído alguna vez, en algún lugar, ese extraño idioma. En una de las tabernas de Rennes Liblin pronuncia su ininteligible soliloquio ante un grupo de tunecinos que lo miran con aburrimiento, cuando de repente, el dueño del bar, un marino retirado que los mira desde detrás de la barra, los interrumpe y les dice que ha escuchado ese idioma con anterioridad en una de las islas más lejanas de la Polinesia y que conoce a una vieja dama que lo habla. Se trata de la exmujer de un militar, que ahora reside en unas viviendas de protección oficial en el extrarradio de Rennes. El encuentro con la dama polinesia cambió la vida de Liblin: Meretuiri Make abrió la puerta de su casa, él la saludó en su idioma y ella contestó inmediatamente en el antiguo Rapa que se hablaba en su isla natal. Marc Liblin, quien nunca antes había salido de Francia, se casó con la única mujer que lo entendía y en 1983 se mudaron juntos a la isla, donde se habla su idioma soñado».

Extracto de Atlas de islas remotas, Judith Schalansky – Capitán Swing y Nordica, 2013

Hace ya un tiempo hablé de este libro en una entrada, aunque no mencioné esta historia. Es una historia sorprendente, casi increible, con final feliz. Parece un relato de ficción pero es real, daré más detalles en una segunda parte.