Cine

Foto de Pavel Danilyuk-Pexels.com

―¡Qué buena la película! Hay que ver lo que me ha hecho reír.

―¡Qué dices! La película no ha tenido ninguna gracia. Más bien ha sido un drama.

―Pues yo he disfrutado con los diálogos, eran muy ingeniosos.

―A mí me han parecido soporíferos.

―¡Un peliculón! Lo que he disfrutado no tiene precio.

―Pues yo la encontrado aburridísima, ha sido dinero tirado.

―¿De qué película habláis?

―De la última de Clint Sudwood.

―Es raro que tengáis opiniones tan dispares viendo lo mismo.

―No tiene nada de raro. Las películas tienen imagen y pista de sonido, pero no tienen banda emocional, sino que cada uno pone la suya. Vemos nuestras propias emociones porque siempre las llevamos puestas, no son transferibles, ni cambiables, surgen de nuestra intimidad, están hechas de nosotros,  y en nosotros desaparecen nuevamente cuando acaba la función. Nadie nos las puede dar, ni prestar, ni acceder a ellas. Incluso así, siendo nuestra «posesión» son un completo misterio para nosotros mismos, nadie sabe el final de la película. Eso sí, siempre son de riguroso estreno…la vida es una función privada, íntima, de un solo autor para un espectador solo.