Recientemente se ha iniciado una guerra. Simultáneamente me llega esta frase de Hemingway: «Jamás penséis que una guerra, por necesaria o justificada que parezca, deja de ser un crimen».
Se verterán ríos de tinta, y lamentablemente de sangre, conoceremos opiniones enfrentadas, miradas de incredulidad y expresiones complacientes, acusaciones afiladas como bayonetas enfrentándose en platós de televisión, compromisos para buscar soluciones, mirando los toros desde las gradas, siempre la intención convertida en la liebre del cuento, la tortuga implacable resulta ganadora. Lo que nadie esperaba, ahora que somos civilizados, dialogantes, no somos cavernícolas, pero en la realidad, como se suele decir: Entre todos la mataron y ella sola se murió…nos afligiremos y apenaremos en el funeral de Ucrania, la paz, y tantos otros lugares sufrientes, por la gente no solo de allí, la de allá, la de aquí también. La naturaleza humana, tiene muchas máscaras de expresiones afables que ocultan actuaciones terroríficas.
Dicen que fue Arnaud Amauri, monje cisterciense, abad del monasterio de Poblet, en lo que hoy es el Rosellón francés, el que recibió encargo del papa Inocencio III para comandar las tropas católicas con la finalidad de liberar el sudeste francés de la herejía cátara. Era equiparable a otra cruzada, a la soldadesca se le otorgaron los mismos privilegios materiales y espirituales que a los que combatían en Tierra Santa. “Dios” estaba con ellos. En 1209 tomaron, después de haber sido asediada, Beziers. Al entrar en la ciudad la tropa preguntó cómo distinguir a los fieles católicos de los malignos herejes, antes de pasarlos a cuchillo. A lo que Arnaud Amauri respondió con la célebre frase: “Matadlos a todos, pues Dios ya conoce a los suyos”.

La maldad en estado puro ha revestido de dolor muchas páginas de la historia del hombre, algunas se han llegado a conocer, otras son secretos que guardan los difuntos, allá donde estén. Lo paradójico es que siempre es el bien, en cualquiera de sus interpretaciones, individual o colectivo, el paraguas bajo el que se cometen las mayores atrocidades. Pero ya nos conocemos, somos los humanos la suma de muchos recuerdos, a veces no residentes en la memoria sino en la sangre, los genes. No hay nada nuevo bajo el sol, somos los mismos cavernícolas de hace miles de años con tecnología ultra-moderna y intenciones arcaicas. La ciencia ya ha demostrado que los pobladores del continente europeo, en mayor grado, llevamos en el ADN un porcentaje de nuestra familia pobladora de grutas, nuestros antepasados Neanderthales. Somos muy antiguos, qué no nos vengan con cuentos.
Bien y mal, el uno no puede existir sin el otro, se atraen mutuamente, se odian recíprocamente, invocar a uno irremediablemente atrae al otro. Por eso las abuelas saben que no hay que pronunciar ciertos nombres, no son únicamente sonidos, son llamadas a una determinada forma. No sabemos quién acudirá.
Cuando el santo completó su formación había nacido un nuevo demonio.
Como siempre, los poetas dicen todo esto con más brevedad y más belleza.Canta Franco Battiato en: Io, chi sono?
Y estamos aquí, aún vivos, de nuevo aquí
Desde tiempo inmemorable
Aquí no se aprende nada
Siempre los mismos errores
Inevitablemente los mismos horrores
De siempre, como siempre.