Sin condiciones

Y entonces ella lo miró amorosamente y le dijo:

―Vivo llorando hace eones porque jamás he podido amar o ser amada. Tú llegas y te ofreces a mí dulcemente, sin temor. Siento la intensidad de tu cariño, de tu deseo. Eso me conmueve y sacia mi hambre por toda una eternidad. Me entrego a ti, porque es también mi voluntad. Con nadie experimentarás la plenitud como conmigo. A nadie podrías darle tu corazón tan abierto como me lo das a mí, jamás lo dañaré, mis manos son las alas de una mariposa. Nadie sabe amar tan plenamente, sin condiciones. Mis ojos te observan y penetran hasta donde tú mismo no has llegado nunca. Sé y comprendo cuál es tu ideal de la felicidad y del placer para llevarte a lo que concibes como el paraíso, para darte eso que tu espíritu anhela y jamás ha nombrado. Pero debes saber, Rosendo, que soy como las sirenas, si escuchas la belleza de mi canto enloquecerás y acabarás en los arrecifes. Aún estás a tiempo de descansar de tu vida, en paz. RIP. Si renuncias y vives lo prohibido, recuerda que encadeno los espíritus a través del placer y la felicidad, para siempre. No habrá olvido, ni sosiego. Piensa en ello ―advirtió.