Come hígados Johnston (a Joiel)

Esta entrada, está dedicada a Joiel, cuya creatividad e imaginación me sorprende y deleita continuamente. Este personaje bien pudiera haberlo creado él.

El Trampero de Vardis Fisher fue llevado al cine en Las aventuras de Jeremiah Johnson (1972), de Sydney Pollack, protagonizada por Robert Redford y con guión de John Millius.

Extraido de la web: http://www.valdemar.com

El Trampero (Mountain Man, 1965) narra la vida y aventuras de Samson J. Minard, cazador montaraz que recorre incansable las Montañas Rocosas, su hogar, y cuya filosofía resume el propio Fisher:

«Admiraba el valor sobre todas las demás virtudes; inmediatamente después venía el temple, y el tercero de sus valores era la compasión por los débiles o indefensos».
«Sam vivía en un mundo de criaturas salvajes, muchas de las cuales eran asesinas: la comadreja, el armiño, el halcón, el águila, el lobo, el glotón, el puma, el grizzly, el gato montés… un mundo en el que la primera ley de vida era matar o escapar del que mataba».

Vardis Fisher era, y eso se ve al leer esta obra, un amante y conocedor de la naturaleza, de la vida salvaje,  de la grandeza de los ilimitados horizontes libres, y las inmensidades de las montañas. Una gran sensibilidad que sabe transmitir en una obra con una gran belleza visual, poética, donde se perciben los sonidos de bosque y se siente el frío morder la carne y llegar con sus colmillos hasta el hueso.

Exquisita la descripción de una nevada:

«Todos revoloteaban, se balanceaban, bajaban y bailoteaban como pájaros enloquecidos por la alegría, pero nunca había visto que dos se tocasen. Se tumbaba en treinta centímetros de blanda nieve recién caída y observaba la miríada de copos hasta que los sentidos le daban vueltas y nunca vio un fallo en la pauta, siempre cambiante e infinitamente compleja. Era como si todos los copos tuviesen ojos. No fue capaz de adivinar dónde iba a caer uno, pues hasta el último instante en que tocaba nieve, tierra o agua, se balanceaba, bailaba y cambiaba su rumbo, pero caía como si hubiese encontrado el punto perfecto e inevitable para su blanda y pequeña carga de agua congelada.»

Si bien la película tiene un componente bucólico, romántico y idealizado de la vida en las montañas, con un protagonista retratado como persona buena y juiciosa. El libro es más crudo y realista, la trama mucho más compleja y dramática dejando entrever más capas del lado sombrío del hombre. Tanto una como el otro no obstante no muestran la auténtica historia,  que una vez más confirma la frase: La realidad supera la ficción.

 John Jeremiah Garrison Johnston existió realmente, está bastante bien documentada su vida, una vida novelesca en muchísimos aspectos. Mas como todo personaje que se convierte en leyenda,  la realidad que conocemos está mezclada con andanzas de otros contemporáneos que vivieron en aquellos lugares y con perfiles similares, recuerdan a los miembros de la banda ZZ Top, que se dedicaban a idénticas labores, trampería, caza, contrabando, búsqueda de oro, comercio legítimo e ilegítimo, explotación maderera,, etc… Se alimenta al personaje real que engorda a través de la ficción y se va remodelando con cada añadido, a través de innumerables gestas que nunca realizó, con trozos y “órganos”de otros, convirtiéndolo en un superhéroe, o un monstruo de Frankestein, en aquellos tiempos convulsos. Informaciones confusas y deliberadamente exageradas que a los ciudadanos de la época les encantaba conocer. Generalmente una prensa muy sensacionalista y fantasiosa era la responsable del origen de muchas proezas que sin poderse verificar pasaron a la historia contemporánea de los EE.UU.

Come hígados Johnston

John Johnston, fue conocido como Johnston Mata Cuervos, o Come hígados Johnston. Se le achacaba la siniestra fama de haber acabado con la vida de trescientos indios Crow y comerse parte del hígado, arrancarles la cabellera, y más… en venganza por la muerte de su esposa e hijo a mano de un grupo de esa tribu. Fama que no iba mal para facilitar la vida en aquel literalmente Salvaje Oeste.

Ni tanto, ni tan poco. He encontrado esta página de J.Caro que ha hecho un trabajo impresionante y meritorio, indispensable (vais a disfrutar),  sobre “Jeremías Johnson”

¡Buen provecho!

«– ¿Dónde puedo encontrar osos, castores o cualquier animal cuya piel se pueda vender a buen precio?
– Cabalgue hacia el oeste a la puesta de sol y tuerza a la izquierda. En las Montañas Rocosas.»

4 comentarios en “Come hígados Johnston (a Joiel)

  1. Tiempos salvajes aquellos, donde una mirada representaba una condena que no se podía apelar y lo que no quemaba el gaznate no merecía ser meado después.
    «Como si los copos tuviesen ojos». Imagino una nevada como nunca antes, y pájaros enfrentados sin poder tocarse por culpa de una fuerza invisible y preternatural, con las plumas en descontrol fundiéndose con la helada y el viento salvaje dibujando colores nuevos, así durante semanas, hasta que el cazador dispara, mas no a ellos sino a la luna de sangre que los envilece.
    Gracias, de corazón, por acordarte de mí regalándome esas imágenes viejas, rebosantes de fuerza, hijas de ningún padre. Tomo nota del libro para buscarlo por librerías antes de recurrir a gigantes con pies de barro, y si la encuentro por uno de esos antros dejados de la mano de Dios, veré Las aventuras de Jeremiah Johnson.
    A todo esto, Bad to the bone a tu salud, y que la mística, si alguna vez es enterrada, se convierta en oro.

    Fuerza y Honor… Y otra vez gracias.

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    • Gracias Joiel por tu épico comentario. No creo que tengas dificultad en encontrar el libro, sea papel o electrónico, ya que su publicación por vez primera en castellano fue por el 2012. Vale la pena…
      Personajes curiosos, pintorescos y extremos, tramperos mix, de donde es difícil extraer una conclusión sobre su auténtica personalidad ya que a menudo se ocultan facetas desconocidas por ser consideradas poco viriles, pero es sabido, por ejemplo, que J.J. era muy cocinitas, estuvo en un par de ocasiones tentado de montar una churrería a la entrada del parque de Yellowstone en Livingston, Montana. Oficio que había aprendido de un churrero de Badalona que conoció en el puerto de San Francisco, pero le pusieron reparos las autoridades locales arguyendo que el olor de fritanga enmascaraba el aroma genuino y sulfuroso de geiseres y fumarolas, aunque la prohibición se vio claro que eran prejuicios y temores a que la cocina hispana cogiera fuerza en aquellas regiones rudas y salvajes…ya que al poco tiempo otro trampero famoso H.C. montó una taberna en el mismo enclave donde supuestamente se servían los mejores bistecs de búfalo de las Rocosas, urogallos asados y sangre de venado macho diluida con ginebra, testosterona pura. Tuvo éxito el local, aunque duró poco al descubrirse que la carne de bóvido era de mula vieja, los urogallos buitres enfermos y fáciles de capturar, y la sangre no era de ciervo sino de coyote, que una familia de Indios Pies Negros suministraba a escondidas por las noches…H.C. acabó sus días encadenado a una bola de 35 libras, picando piedra en la construcción de la vía férrea a Wyoming.

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      • Señor, todo en vuestro comentario nace de la Verdad más salvaje y rotunda, y es que los churros, a lo largo de la historia, han sido sometidos a la ignominia de la indiferencia, pues su origen va más allá de la noche de los tiempos, cuando a las mozas un churro de forma contundente les invocaba el deseo más primario, de ahí la contrariedad de las religiones, temerosas de un mundo bañado de fritanga donde en vez de rezos y ofrenda haya churros con chocolate.

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      • Cierto cuanto decís. Creo recordar incluso un tratado donde se advierte del peligro sobre los churros: Manducans et tractans churros lucernam accendit diabolo. Algo así como: Comer y manipular churros es encender una vela al diablo. Lo del chocolate añadido es el colmo de la perversión. Por ello trataron de introducir un sustituto, menos sugerente y provocador de bajas pasiones: el bizcocho…pero eso ya es otra historia.

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