En medio de la plaza, amplia, sin límites, sin horizonte. Sentado en un banco, sentado en el aire, tumbado en el suelo, no lo sé. No hay cuerpo. Sólo una visión esférica de 360º Un punto fijo sobre el que la vida gira. A mi alrededor la gente se mueve, se acerca, se aleja, gritan, no me ven, no los oigo. Veo sus gestos, sus ademanes, sus caras preocupadas. No veo cuál es el motivo.
Soy paz perfecta, el núcleo donde las oleadas de la vida vienen a morir mansamente.
Un vehículo con destellos anaranjados parpadeando en el techo se acerca, se detiene, se va. Las personas se mueven en todas direcciones.
Las veo ahora desde más arriba, pero sin moverme de abajo, hormiguitas, bolitas multicolores de diferentes tamaños y formas, sus ropas es lo que los distingue desde la altura, sus rostros no se ven, solo la parte superior de la cabeza, esferas de cabellos, tonos de otoño y grises sobre los colores de la vestimenta.
No sé desde cuando estoy así, quizás siempre he estado así. Lo sé. No tengo recuerdos. No tengo pasado. Sólo este instante. No hay tiempo. No hay espacio. Solo la vida transcurriendo más allá de mis ojos. Detrás de mis ojos, de mis pupilas, aunque la vida se refleja en ellas como en un espejo, sólo hay serenidad. Es como abrir una puerta cerrada en una estancia sin puertas, un espacio sin límites, no un espacio como un cielo arriba, sino un espacio que es inmensidad.
No hay que ir, no hay que volver de ninguna parte. Estoy en el sitio justo. No hay sed, ni hambre, ni necesidad ni búsqueda de ninguna satisfacción porque no hay nada que me haga estar insatisfecho. No sé cual es el sentido de las palabras que pronuncio, no significan nada, migajas secas. La propia contemplación se produce sola si nadie que la busque. Parece que es a mí, pero no tengo identidad, mí no soy yo. Yo no he hecho nada, ha venido espontáneamente. No me molesta, no me disgusta. Soy la visión, lo contemplado, el ojo que contempla, el que está detrás del ojo. Todo lo que se ve y nada de lo que se ve. Es ajeno a mí. No hay ojos, ni dueño de la visión, es como un sueño de nadie.
—Lo hemos perdido —dice la voz.

¡Qué bueno que seas editor de «MasticadoresAndino»…! 🙂 🙂 🙂
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Gracias Manolo. Es un honor poder estar con este equipo. Espero aprender de vosotros, todo lo que pueda, compartir y disfrutar de la experiencia. Lo de «MasticadoresAndino» no deja de ser curioso por las sincronías, cuando era adolescente escuchaba a Los calchaquis, y otros grupos de música folk de esa zona geográfica, la quena, los cascabeles, el siku….»el condor pasa», «la vasija de barro»…luego en la uni, la asignatura de America prehispánica fue ya el delirio…y ahora de vuelta al mundo andino. Espero que al llegar a la entrada número 1000, la organización me invite a un viaje al Machu Picchu 😉
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