Melancolía

Versión II – Domingo de melancolía

 Mañanas de domingo, días calmos y luminosos, las horas se deslizan perezosamente, con cierto descaro, sin prisa por concluir su jornada, alargándose como una sombra. Convertido el paso del tiempo en un bostezo entre aburrido y placentero, predisposición -todo el día por delante- y abandono -¿para qué?- Uno tiene la sensación de que el mundo se ha ralentizado, aunque no es nada preocupante. Te conviertes en parte de aquello que te rodea, el pasado superponiéndose sobre el presente, una hiedra estrangulando un árbol joven.


Si miro a derecha, la via del Roscetto asciende, entre altas sombras que el sol va aclarando mientras trata de alcanzar el suelo. Aquí en el calvero que forma la piazza di Santa Maria la Nuova, el bosque de colosales y pétreos moradores se abre como una flor bajo el sol. Surgen personalidades diferenciadas, una Cappella di San Fortunato frente a la Chiesa di San Severo, el tempio di Minerva junto a la tumba de un noble, palazzo e fontana, reliquias  viejísimas, sacras unas, paganas otras, ciclópeas o discretas, medievales, romanas o etruscas, todas muestran sus carnes, sus piedras roídas y gastadas al sol. La muerte todo lo iguala, el esplendor y la miseria, los gigantes seculares ahora no son más que ancianos encorvados tratando de aliviar reumáticos dolores que la edad y las frías noches agravan. Las rocas desprenden una neblina imperceptible, asmáticas respiraciones expulsando la humedad.


Giro a la izquierda, me adentro en la via pinturicchio, una calle sinuosa que desciende hasta perderse, nadie ha llegado nunca a su final o principio según se mire -al menos nadie que yo conozca-, ni tan siquiera los rayos de sol osan visitarla, es una calle sombría sin ser siniestra que te adentra en el pasado, no solo por la antigüedad mohosa de los edificios y el empedrado resbaladizo del suelo desgastado por miles de  pies, patas y carros, sino porque los vehículos de cuatro ruedas no pueden adentrarse en el estrecho desfiladero, solo peatones, ciclistas o motos.

Un zumbido creciente, un insecto gigantesco que se aproxima  interrumpe mis pensamientos. No me he equivocado, un’ape rossa(1) sube resoplando la cuesta entre una nube de humo de color azul. Mi dispiace signora(2) me excuso y sonrío ante mi lamentable olvido, la sempiterna y mítica criatura italiana, endémica de las calles estrechas, la reencarnación de la clásica cuadriga, en este caso triga, tres caballos. Con un petardeo irritado y un rugido final acomete el último tramo, gira y se desvanece en una callejuela. La nube de humo se eleva entre la colorida ropa tendida en los balcones. El silencio convertido en una sábana blanca se deposita de nuevo sobre las calles.

De una ventana abierta se desliza una canción que acaricia el aire y a los minutos ya consumidos, melodiosa, triste, Luigi Tenco es inconfundible. Se suicidó el mismo día en que yo celebro mi cumpleaños, de un tiro en la cabeza, con el corazón roto por una mujer, tenía veintiocho años. Tenemos algo en común, hoy ¡chin chin! Mi mano acaricia la culata en el bolsillo de la chaqueta. Su canción Un giorno dopo l’altro, me rodea y envuelve en una especie de halo que acentúa la nostalgia y recuerdo lo que decía Victor Hugo: La melancolía es la felicidad de poder sentirse triste. Soy muy feliz.

Un portal en penumbra, el silencio sólido de la mañana, palomas que levantan el vuelo asustadas. Una mujer con rulos en la cabeza asoma por una ventana gritando: ¡Porca miseria, nemmeno la domenica puoi stare tranquilla da te!(3)

Un día tras otro

Un día tras otro
El tiempo se va
Las calles siempre iguales,
Las mismas casas.
Un día tras otro
Y todo continua igual
Un paso tras otro
La misma vida.
Y los ojos buscan alrededor
Aquel futuro que habían soñado
Pero los sueños son todavía sueños
Y el futuro es ahora casi pasado
Un día tras otro
La vida se va
Mañana será un día igual a ayer.
La nave ya ha dejado el puerto
Y desde la orilla parece un punto lejano
Alguien esta noche otra vez
Vuelve desilusionado a casa, despacio, despacio.
Un día tras otro
La vida se va
Y la esperanza ahora es  rutina.

Luigi Tenco – Traducción libre, según mi sentir.

(1)Una abeja roja. Ape es el nombre popular con que se conocen algunos ciclomotores por el zumbido que emiten sus motores. Vespa(avispa)también se usa indistintamente y es el referente mundial de una marca.

(2)Lo siento señora.

(3) Porca miseria, ni tan siquiera el domingo puedes estar tranquila en casa.

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s