Árboles

Recuerdos II

No dejo de soñar con árboles. Árboles que hablan con voces graves y sosegadas que recuerdan el rumor de las olas del mar, cuesta mantener los ojos abiertos adormecidos por la nana del coro foliar; las copas son ondas verdes, voluptuosas, que se agitan bajo el viento tranquilo en una dirección y vuelven atrás sacudiendo su plumaje, con un ritmo prisionero que se pierde al abrazarse al tronco impasible, el cual asegura una inmovilidad aparente. Y digo aparente porque el ojo no lo capta, pero se mueven milímetro a milímetro. No siempre están de buen humor, en ocasiones, al igual que la calma que precede a la tempestad, su presencia es amenazante, no se perciben tímidos aleteos de las hojas, serias y cabizbajas, quietas como imágenes de una fotografía, ni se oye el más mínimo susurro o roce entre ellas. Únicamente el zumbido llega a los oídos, recuerda a un enjambre de abejas furiosas y agitadas, atraviesa los tímpanos y se introduce en el cerebro de forma invasiva y amedrentadora, y únicamente deseas que se vaya, mientras aumenta la frecuencia y el rumor se transmuta en dolor, y el miedo a la muerte, cómo una premonición o una posibilidad, aparece. Llegado a este estadio, siempre de manera fulminante, el zumbido desaparece. Dicen los científicos que el cerebro reptiliano y límbico, por derecho de jerarquía y antigüedad se activan y  obviando al neo-cortex o cerebro racional, emiten un mensaje de sometimiento, un “no soy una amenaza” en un lenguaje sin sonido. Y todo ello ocurre sin que intervengamos, el cuerpo asegura su supervivencia, mientras tomamos conciencia de que no somos los únicos inquilinos del mismo.

Bosque by Susan Mielke – Pixabay

1 comentario en “Árboles

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