¿Uno encuentra las historias o las historias lo encuentran a uno?
Es una pregunta que a menudo hacen a los escritores.
Es igual de difícil tratar de responderla si nos ponemos en el papel de lector.
¿Uno encuentra el libro o el libro lo encuentra a uno?
Ya sea comprado o regalado, llega un momento en que si estaba predestinado que sucediese, se produce el encuentro. Y no es una coincidencia cualquiera, es especial, lo sentimos como una experiencia cercana a lo mágico, una fusión escritor-lector, un reencuentro.
“¿Cómo es que este autor ha escrito este libro que pareciera que lo ha escrito únicamente para mí?”
“Nadie puede conocer y describir tan bien lo que siento y pienso”.
La magia puede ser más increíble aún.
Después, con gran asombro nos encontramos con comentarios de otros lectores que manifiestan el mismo entusiasmo, la misma intimidad con el escritor. Nuestra experiencia no ha sido individual como creíamos, sino colectiva. Mil lectores de diferente sexo, edad y país han leído el libro y mil personas han sentido que el contenido hablaba de ellos.
Ya no se trata del libro o del autor o del lector, sino de la historia que se cuenta. ¿A quién pertenece? ¿Donde está su origen? ¿Quién puso el germen para que se desarrollase?
Las historias son atemporales, impersonales, no individualizadas, aunque les ocurren a individuos. Millones de ojos han contemplado el mundo y nadie ha visto lo mismo que otra persona, cada mente, cada corazón filtra las imágenes y obtiene una representación única obtenida de patrones comunes.
Una de las dudas existenciales de los que comienzan a escribir es relativa a la originalidad.
“¿De qué puedo escribir que no se haya hecho ya?”
Te atormenta una y otra vez, cuestionando lo que sabes y lo que supuesta o realmente saben otros, comparándote con estos y aquellos.
“¿De qué puedo escribir?”
De lo mismo que todos, y al mismo tiempo de algo que nadie sabe ni puede saber.
“¿Cómo? No entiendo”
La respuesta viene de forma automática, aún más certera y clarificadora si nos planteamos la pregunta a la inversa.
“¿Quién podría escribir lo que he escrito sino yo?”
Nadie más puede hacerlo, nadie dispone de mis ojos, sensaciones, pensamientos y sentimientos. Todo el mundo puede hablar de amor, pasión, vida, muerte, traición, mentira, bien, mal, etc…pero es la saboreación de todo ello por mí mismo lo que me da la fórmula mágica.
La poción mágica es muy burda, consiste en reducir todo el mundo exterior a interior, y de ahí condensarlo en palabras para que puedan ser transmitidas mediante un medio físico. . Materializamos lo informe en una forma escrita u oral.
¿Acaso no hay lugar más inaccesible que nuestro propio interior?
Sin duda no, pero hay puentes tendidos.
Sabios y poetas transmiten todo este sentir con mucho mejor acierto.
Dice Lao Tse:
Cuando tú encuentres el camino
otros te encontrarán a ti.
Al pasar por el camino
serán atraídos hasta tu puerta.
Y el camino que no puede oírse,
resonará en tu voz.
Y el camino que no puede verse,
se reflejará en tus ojos.