Leía un ensayo de C.S. Lewis, sobre los diferentes tipos de lectores…me llama la atención cuando habla de un tipo de ellos:
“…son aquellos que viven pegados a «las noticias». Día a día, con apetito insaciable, leen acerca de personas desconocidas que, en lugares desconocidos y en circunstancias que nunca llegan a estar del todo claras, se casan con (o salvan, roban, violan o asesinan a) otras personas igualmente desconocidas… quieren «estar seguros de que esos hechos son verdaderos»… les resulta imposible considerar la invención una actividad lícita o tan siquiera posible”.
Me quedo con la última línea: “les resulta imposible considerar la invención una actividad lícita o tan siquiera posible”.
A menudo y más en estos últimos días, tras la edición del libro Hojas de Otoño, me llama la atención el desconcierto que crea en la gente el hecho de que haya publicado un libro. Desconcierto no con una connotación negativa, todo lo contrario, la mayoría de las veces es una turbación agradable. Se alegran de ello. Aquello que los confunde no es el hecho de la publicación en sí sino el cambio de imagen que se opera en la mente del lector, sobre el autor, al encontrar un universo inesperado en los relatos. De pronto te conviertes en un completo desconocido que habla sobre temas con los que no te habrían relacionado nunca en la vida. Repentinamente pasas a ser “escritor”, alguien si acaso “rarito”, que habla de cosas controvertidas, arriesgadas, imaginativas. Te conviertes en un personaje más, incluso te llegan a relacionar con tal o cual hecho narrado, con tal o cual persona, etc.
Es halagador crear esa pequeña conmoción, ese tsunami en la superficie tranquila del océano, donde las olas se repiten rítmicamente y nada altera ese vaivén eterno y predecible.
De eso se trata, de jugar con las palabras y crear una alteración. Ese cambio en la percepción no es ni más ni menos que el efecto que producen las palabras en el interior del lector. A diferencia de “las noticias”, una narración creativa se convierte en un universo cerrado, con sus propias imágenes y sensaciones sensoriales, con la capacidad de convocar sentimientos, recuerdos, ilusiones, etc. Se transforman en experiencias nuevas que nos permiten ver la vida con una óptica distinta, con un color y luz diferente de la que vemos siempre. Esa es la mayor causa de asombro, no lo que se está leyendo, sino ver que también pueden experimentar y penetrar en el universo creado por el autor a través de las palabras y sentirlo como propio o muy cercano.
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