Ray Bradbury es uno de mis autores preferidos. Sus Crónicas Marcianas, pese al tiempo que llevan escritas no dejan de conmoverme cada vez que las leo. Son una fuente de inspiración. Murió el año pasado, en junio a la edad de 91 años. Un eterno joven.
Pero lo que hoy recomiendo es el pequeño libro en el que se recogen en forma de ensayos o capítulos una serie de artículos escritos en diversos momentos de su vida. Yo los tomo por consejos aunque ni siquiera son eso, son una exaltación a la vida, al enamoramiento de la escritura y la pasión de escribir, anteponiendo el disfrute al mero trabajo de escritor gris, por encargo, por obligación, por un sueldo.
«…¿Y qué se aprende escribiendo?, preguntarán ustedes.
Primero y principal, uno recuerda que está vivo y que eso es un privilegio, no un derecho. Una vez que nos han dado la vida tenemos que ganárnosla. La vida nos favorece animándonos y pide recompensas.
Así que si el arte no nos salva, como desearíamos, de las guerras, las privaciones, la envidia, la codicia, la vejez ni la muerte, puede en cambio revitalizarnos en medio de todo.»
“…Si uno escribe sin garra, sin entusiasmo, sin amor, sin divertirse, únicamente es escritor a medias. Significa que tiene un ojo tan ocupado en el mercado comercial, o una oreja tan puesta en los círculos de vanguardia, que no está siendo uno mismo. Ni siquiera se conoce. Pues el primer deber de un escritor es la efusión: ser una criatura de fiebres y arrebatos. Sin ese vigor, lo mismo daría que cosechase melocotones o cavara zanjas; Dios sabe que viviría más sano.”
«…Pero es fácil dudar, porque si uno mira alrededor ve una comunidad de nociones sostenidas por otros escritores, otros intelectuales, que hacen que uno se sonroje avergonzado. Se supone que escribir es algo difícil, agónico, un espantoso ejercicio, una terrible ocupación.
Pero a mí, fijense ustedes, las historias me han guíado por la vida. Ellas gritan, yo voy detrás. Ellas echan a correr y me muerden los tobillos, yo respondo escribiendo todo lo que pasa durante la mordida. Cuando termino, la idea me suelta y se va.»
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